sábado, 26 de marzo de 2016

El Universo Educativo en 2060



Un zumbido sobresaltó a Kova mientras navegaba entre los nodos de su eNet. Su mente estaba tan inmersa viendo a Neil Armstrong en su narración sobre cómo acabó en eso de ser astronauta, llegando a realizar el primer viaje a la Luna, que ni se dio cuenta de que ya era la hora de empezar las clases. Estos relatos no interesaban a la mayoría de las personas, sin embargo, el primitivo afán de superación de estos antepasados apasionaba a Kova. Fuentes de energía renovable, el diseño de los primeros ordenadores, el nacimiento de web… el carácter de estos proyectos por conquistar un mundo común y lo que consiguieron despertar, le entusiasmaba.
En pleno año 2060 la superación del hambre no era un problema, la globalización ya no tenía límites y la tecnología parecía renovarse cada dos o tres días. Ahora todo estaba mecanizado, controlado, medido y dosificado. Kova había nacido en un mundo donde todo estaba ordenado, y estaba acostumbrado, pero leer la historia le hacía sentirse incómodo. Tener planificado cada minuto del día era muy cómodo, pero se sentía de una forma extraña. No conocía otra vida, pero podía afirmarse, incluso, invadido… coartado.
De nuevo el zumbido. Una vez más se había ensimismado, pero ya era el segundo aviso, debía aparecer en la escuela para comenzar con su instrucción matutina antes de las 10:30 de la mañana. Con colocar el dedo sobre el aviso intermitente de su muñequera saltó a la puerta del aula.
La escuela era un sitio particular, algo distinto del resto de edificios que frecuentaba. Bueno la asistencia estaba controlada por los paneles de ubicación como en el resto de lugares, la zona de almuerzo y comida la dirigía la misma empresa que en su residencia, y los asistentes mecánicos de soporte y seguridad eran los de siempre, pero no era por las instalaciones, sino por las personas.
A diferencia de lo que leía en sus archivos eNet sobre las historias del siglo XX, Kova únicamente socializaba cara a cara o, mejor dicho, en persona, en las horas que permanecían en clase. Las aulas eran el lugar perfecto para poner en práctica todo lo que aprendía con las píldoras Mensa. Cada contenido clave lo abordaba como una lluvia de imágenes en su desayuno matutino cuando engullía su dosis, y era con el maestro y los compañeros con los que experimentaba, exploraba, plasmaba e indagaba.

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