La lectura como viajes de aventuras infinitos
Desde niña he sido una persona muy
curiosa y, como tal, me encantaba ver esos objetos llenos de letras y, sobre
todo, dibujos que no entendía por mi corta edad. Cuando empecé a leer, mi
habitación se convirtió en una mini biblioteca llena de libros donde
predominaban los dibujos. Con el paso de los años, esos dibujos dejaban paso a
páginas y páginas cada vez con más letras y cuentos llenos de fantasía y
aventuras. He de reconocer que un rasgo de mi personalidad es que soy muy
Disney y, por tanto, estos cuentos siguen estando en esa habitación que ocupaba
de pequeña. Aun con mi corta edad me gustaba leer mucho, quizás por la
curiosidad de saber qué pasaba en esos pequeños textos llenos de príncipes,
princesas y cualquier personaje fantástico protagonista de esas maravillosas
historias. Un libro que marcó mi infancia era las aventuras de TEO, el
protagonista de nuestra biblioteca de aula en la que cada viernes cambiamos un
libro por otro para leerlo durante el fin de semana.
Así, llegué a la etapa en
la que los libros que empezaba a tener en mi pequeña biblioteca no eran porque
yo los quisiera, sino porque me los imponían en el instituto. Libros como Don
Quijote de la Mancha, El Lazarillo de Tormes y La Celestina. Ahora agradezco
que me obligaran a leer este tipo de libros, que en su momento se me hacían un
mundo por su complicado vocabulario, pero que son obras importantes en nuestra
literatura y que me han aportado ampliar mi abanico de ejemplares de mi
biblioteca personal.
Todos estos libros que he leído una,
dos o incluso más de tres, cuatro y cinco veces me despertaban un sentimiento
de transportarme a cada una de esas lecturas, en las que yo me imaginaba que era
la protagonista y en la que yo era la que vivía mil y una aventuras. Cierto es
que algún libro me he dejado sin terminar porque esa historia en la que yo me
imaginaba como la personaje principal no me acababa de gustar. Cada lectura realizada
por obligación o por gusto me ha aportado experiencias diferentes y diversas
formas de entretenimiento, ya que me encantaba leer libros de adivinanzas y
jugar con mi hermano a ver si las adivinanzas o el libro de Gloria Fuertes de
poesías a las cuales poníamos ritmos con las manos y los pies y transformábamos
en raps.
Me ha encantado lo de "soy muy Disney", jajajja.
ResponderEliminar¿Qué te voy a decir? Supongo que todos hemos tenido una Celestina cogiendo polvo durante el bachillerato. Lo cierto es que, para mí, solo se salva "El Conde Lucanor"; se me hizo ligero y muy entretenido. "Lazarillo de Tormes" fue soportable... y "La Celestina" acabó con mi actividad neuronal para el resto del curso. Lo bueno es que, lejos de hacerme rechazar la lectura, lo que logró fue que leyera más: ¡necesitaba otros libros, LOS QUE FUERAN para sacar de mí el tedio que me provocó esa obra!
Está bien que sigas leyendo aunque tengas poco tiempo, aunque te dediques a releer libros que ya te sabes casi de memoria y se te hacen ligeros. Creo que lo más importante es que te siga gustando, independientemente del título que escojas.